25-III-2012. QUINTO DOMINGO DE CUARESMA

Lecturas: Jr 31, 31-34; Hb 5, 7-9

Salmo Responsorial: Sal 50, 3-4. 12-19
R/. "Oh Dios, crea en mí un corazón puro".

Evangelio
Entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos gentiles; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: "Señor, quisiéramos ve a Jesús". Felipe fue a decírselo a Andrés, y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó: "Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a si mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí estará también mi servidor, a quien me sirva, el Padre lo premiará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, glorifica tu nombre". Entonces vino una voz del cielo: "Lo he glorificado y volveré a glorificarlo". La gente que había estado allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo: "Esta voz no ha venido por mi, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia Mí". Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.

Juan 12, 20-33

Cita
Si morimos con Cristo, viviremos con él. (2Tm 2, 12)

Reflexión
El evangelio de este domingo quinto de Cuaresma es el prólogo al gran relato de la Pasión de Jesús, de lo que llamamos la Semana Santa. Jesús está en Jerusalén. El pueblo, y Jesús con él, celebra la fiesta de la Pascua, los judíos de la diáspora, unos griegos dice Juan, también han acudido a la gran cita religiosa, a la fiesta central, la fiesta de la liberación y de la libertad.Este Jesús que celebra la Pascua, la fiesta de la salida de la casa de la esclavitud, quiere introducirnos a nosotros, sus seguidores, en la nueva libertad, la libertad de los hijos de Dios, la conquistada en la nueva Pascua.

El culto a las celebridades es propio de todos los tiempos. Hoy consumimos más celebridades de todo tipo que ideas y grandes visiones religiosas o sociales. Jesús de Nazaret, el hombre histórico, es conocido y admirado por millones de personas en el mundo. Lo podemos ver y conocer a través de los miles de libros que nos lo describen desde todos los ángulos posibles de su existencia, unos reales, otros imaginarios. Es la religión de la cabeza de la fantasía.

Jesucristo, el hijo que Dios en su gran amor entregó al mundo, sólo se ve bien con los ojos de la fe. Exige mucho más que saberes, pide adhesión, pide seguimiento, pide amor, pide muerte. Jesús nos ofrece la religión del corazón. Dios quiere vivir en los corazones, templos itinerantes que llevan al mundo el evangelio. No quiere vivir en los templos, las catedrales convertidas en ídolos, en lugares turísticos, vacíos y fríos en los que las piedras son más importantes que el mensaje de Jesús. La religión del corazón, semilla invisible, crece dentro de nosotros y se manifiesta en los frutos visibles. La religión del corazón es “el grano de trigo sembrado en tierra, que muere y da mucho fruto”. Una cosa es cierta, no semillas, no frutos. Las semillas sembradas son enterradas y duermen. ¿Se despertarán? ¿Darán frutos?

Durante nueve meses los padres esperan que el embrión se convierta en persona, largo proceso de sementera y crecimiento hasta que llega a ser adulto. Toda nuestra vida somos sembrados por los padres, los profesores, la sociedad, los curas…muchas semillas se perderán y nunca darán frutos. Las que nosotros acojamos y cultivemos con amor esas darán frutos. La semilla de la fe es la que nosotros venimos a abonar aquí, en la casa de oración.

Jesús es para nosotros la semilla plantada y enterrada que dio mucho fruto porque no almacenó para si sino que se entregó y lo dio todo.

Ojalá muera el gran Yo del orgullo humano para que crezca en nosotros el Yo de Jesús y nos llegue la hora de la glorificación, la hora de la verdad, la del Padre..

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